El mágico prodigioso de Calderón de la Barca

 Calderón de la Barca fue el rey de los teatros españoles tras la desaparición de Lope de Vega, hasta el fin del siglo XVII. Ya presenté aquí sus obras La vida es sueño y El alcalde de Zalamea, pero ahora quisiera ofrecer mis comentarios sobre El Mágico prodigioso, que se enmarca en el género de las comedias de santos, surgido en el Siglo de Oro. Lope es conocido por sus aventuras novelescas y pasiones vehementes, pero la vida de Calderón era, en contraste, recogida, serena, reflexiva, y aristocráticamente noble. Fausto, el personaje de Goethe vende su alma al demonio por rejuvenecerse, mientras que Cipriano, protagonista de esta obra, realiza la venta por el amor a una mujer. 

 El drama se desarrolla en el siglo III d. J. C. en una Roma en la que comienzan a surgir las primeras comunidades cristianas. Cipriano, proclive al estudio, permanece pensativo, leyendo un pasaje de La historia natural, escrita por Plinio de Roma antigua, sobre la definición del Dios único. Allí aparece el Demonio y Cipriano le confiesa que desea saber quién es el Dios único. Por otro lado, él ama profundamente a Justina, una cristiana que rechaza a todos los pretendientes, incluyendo a Cipriano. Este, enamorado, vende su alma al Demonio para conseguir su amor.  Cipriano, ya convertido en “mágico” (mago) tras el estudio con el diablo, conjura a Justina, mientras el Demonio intenta que vaya al encuentro de Cipriano sin conseguirlo, puesto que a ésta la ampara una fuerza superior a la del ángel caído, la de Dios. En lugar de enviar a Justina en persona, el diablo tiene que satisfacerse con invocar un fantasma con la apariencia de Justina, que acude al encuentro amoroso. Cuando Cipriano la tiene en sus brazos, la figura de Justina es solo un esqueleto y le sorprende. Ella le dice, “Así, Cipriano, son todas las glorias del mundo”. Y luego desaparece. Cipriano somete al Demonio a un examen severo y éste contesta angustiosamente que el que posee el poder único y absoluto es el Dios de los cristianos, y Cipriano comprende la verdad de lo que había leído en Plinio al principio de la acción, y gracias al benéfico influjo de la firmeza cristiana de Justina, acaba convirtiéndose a la nueva fe. Finalmente, los dos mueren como mártires, con serena felicidad. 

 El título de la obra, El mágico prodigioso, es ambivalente, pues puede hacer referencia en un primer momento al poder sobrenatural del Demonio, pero el desenlace muestra que el «Mágico Prodigioso» por antonomasia es Dios, que tiene poder omnímodo y, por tanto, supera al del diablo.

Comentario