Se dice que Bretón de Los Herreros (1796-1873) es el escritor de comedia más fecundo y variado del teatro romántico del siglo XIX. Publicó alrededor de 200 obras y una de ellas es esta simpática pieza. El autor quedó huérfano cuando niño y a los quince años de edad ingresó en el ejército como voluntario, pero perdió un ojo por cierta aventura amorosa en Murcia. En varios poemas alude Bretón a su defecto, y una de ellas es aquel delicado epigrama:
Dejóme el sumo Poder, / por gracia particular, / lo que había menester: / dos ojos para llorar… / y uno sólo para ver.
Muérete ¡y verás! se estrenó en el Teatro del Príncipe (más tarde, Teatro Español) con un éxito felicísimo.
El acto primero es <la despedida>. En un café de Zaragoza se está realizando la fiesta de despedida de Pablo. El está a punto de incorporarse a las filas como soldado voluntario. Afuera se ven desfiles de soldados. En la despedida se encuentran Jacinta, la novia de Pablo, Isabel, hermana de Jacinta, Matías, subteniente de milicia movilizada, y otros.
El acto segundo es <la muerte>. Desde que entró la brigada en Cataluña, ni cartas, ni partes ni conjeturas siquiera… no ha vuelto a saberse de Pablo. Jacinta comienza a dudar de su amor y sospechar que puede tener otra mujer. Mientras, por fin, llega la noticia de que “nuestra pérdida sólo ha consistido en seis hombres muertos, entre ellos un oficial, y diez y ocho heridos, ascendiendo la del enemigo a ciento veinte de los primeros, sobre trescientos de los segundos”. Entonces el subteniente Matías regresa y dice que vino para informar su victoria nuestra. Preguntado por noticias de Pablo, contesta que él atacó las filas enemigas, peleando valientemente y aun cuando perdiera su vida, habría obtenido brillantes logros militares. Tanto Jacinta como Isabel quedan sobresaltadas, deshecha ésta en llantos en la silla. Matías se dirige a Jacinta: “¿Sabes lo que Pablo me dijo? Me dijo: “Tú eres mi mejor amigo, Matías. Si cierro el ojo, a ti dejo encomendada mi Jacinta. Sé su esposo, y Dios bendiga vuestro matrimonio.” Confesando así, Matías le corteja a Jacinta. Ella se admira del amargo llanto de su hermana Isabel por la supuesta muerte de Pablo e Isabel se admira más de que Jacinta esté tan serena.
El acto tercero es <el entierro>. Pablo llega a Zaragoza, latiéndole el corazón de alegría por ver a Jacinta y pensando que ella debe de estar preocupada por él. Entonces oye tocar campanas de la iglesia para celebrar exequias. Pablo entra en una barbería con la cara oculta y pregunta quién es el muerto. El barbero contesta que es Don Pablo. Se oyen también las conversaciones de los peatones. Elías, amigo de Pablo, lamenta haber perdido los préstamos que hizo a Pablo. Entonces éste se descubre por primera vez sólo para Elías y le promete que no se morirá otra vez sin pagarle.
El acto cuarto es <la resurrección>. Pablo es informado por Elías que Jacinta ya tiene promesa de matrimonio con Matías. Por otra parte, Pablo siente vivamente la profundidad del amor de Isabel, según el testimonio de Elías. Un día de esos, se firman los contratos conyugales entre Matías y Jacinta. Al terminar las firmas, aparece Pablo cubierto de una manta blanca y dice “¡Falta un testigo!”. Pregunta Matías, “¿Quién es el testigo?”. Contesta Pablo, “¡El muerto!”. Al ver a Pablo, Jacinta retrocede aterrada…
Pablo declara su matrimonio con Isabel. Dice que son amores póstumos, siendo su mujer de un alma tan pura, un ser angelical. ¡Dichosa muerte mil veces! Muérete ¡y verás!
Elías dice: “Que el mundo es un entremés.” Pablo responde: ”Es cierto. Para aprender a vivir, no hay cosa como morir y resucitar después”.
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