No hay cosa como callar de Pedro Calderón de la Barca

 Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) legó un gran número de comedias de las cuales ya hemos presentado cuatro en esta columna. Esta vez introducimos otra del mismo autor, pero de sabor agridulce que podría catalogarse más como tragedia que comedia. Parece que no todos los pueblos del mundo poseen el teatro en el sentido estricto de la palabra. Se requiere descubrir su propia forma teatral y ser aceptado además por sus lectores en general. En el Occidente, se dice que después del período grecorromano, solamente Francia y España fueron privilegiados por dicha ventura: Francia por la tragedia y España por la comedia.

 Esta obra de Calderón de la Barca podría considerarse como una que hace época por poner de relieve los aspectos ocultos del espíritu humano, como el honor, la dignidad personal y la desigualdad de género, temas tabúes en la España del siglo XVII.  

 La primera jornada introduce al personaje de Don Juan, un hombre de la nobleza vestido con el hábito de Santiago, y a su sirviente Barzoque. Este, al ver a su amo Don Juan puesto demasiado melancólico, le pregunta qué ha pasado. El amo contesta que desde que vio a una mujer oyendo misa en San Jorge, ha cambiado su vida, pues su belleza era sin par, tan hermosa que no parece hecha por la Naturaleza. El criado creyó que era la misma actitud de siempre, pero esta vez parece deprimido en extremo. Mientras Don Juan iba tras ella con el deseo de saber dónde vivía, vio una pendencia trabada de tres hombres contra uno. Creyendo que si se les dejaba, los tres podrían matar al solitario, intervino entonces para ayudarle y perdió de vista a la mujer. Posteriormente se enteró de que el nombre de la mujer de quien se enamoró a primera vista era Leonor y el hombre a quien él había ayudado era Don Diego, hermano de ella. Una noche, aconteció un incendio en la casa de Leonor y ella tuvo que abandonar su casa medio desnuda y fue amparada en la casa del caballero anciano Don Pedro. Ella se acomodó en una habitación, y le fue entregada la llave maestra que permite cerrar desde adentro y con tranquilidad se quedó dormida, sentada en una silla. La verdad es que en esa habitación existe otra puerta que permite entrar desde fuera. Don Juan salió de Madrid por un asunto urgente, pero se dio cuenta de que había dejado olvidados en casa algunos documentos y volvió a Madrid y al entrar en su habitación no por la puerta principal, sino por esa puerta de la habitación para no ser reconocido por su padre, quedó sorprendido al ver a Leonor allí dormida. Él, sin prestar oídos a lo que ella desea decir, tapa su boca, la deshonra y se escapa precipitadamente. Leonor, que ha logrado refugiarse del incendio, sufre ahora otro desastre por culpa de un intruso desconocido.

 En la segunda jornada, Leonor se ve tan deprimida que tanto Diego, su hermano, como Juana, la criada, se preocupan mucho y le preguntan qué ha pasado, pero elle no les contesta y pide que la dejen sola. Al mismo tiempo, ella desea saber quién es el que ha ultrajado su cuerpo. Por otra parte, Don Luis también ama a Leonor, pero, sabiéndolo o sin saberlo, Don Juan le relata todo lo que le ha sucedido y también pregunta a su criado quién era aquella mujer, pero él contesta que sólo era un diablo.

 En la tercera jornada, Leonor comenta a Juana su criada que no hay cosa como callar y trata de conservar el silencio para salvar su honor. Pero, cuando se sabe quién es su violador, considera que es buena oportunidad para aclarar la verdad a todo el mundo, diciendo que ella adora el silencio, pero ya no es deidad el silencio; que hablar en tiempo es virtud, si es vicio el hablar a destiempo. Allí Don Pedro, padre de Don Juan interviene aconsejando no discutir más sobre el asunto y todo el mundo se pone de acuerdo en no meterse más en este asunto y en definitiva Don Juan propone formalmente el matrimonio con Leonor y cae el telón.  

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