La elección de los alcaldes de Daganzo de Miguel de Cervantes Saavedra

 De los ocho entremeses de Cervantes, ya he presentado en esta columna El juez de los divorcios, y ahora quisiera echar un vistazo a otro que se titula La elección de los alcaldes de Daganzo.  

 Cervantes compuso este entremés de carácter crítico a la sociedad, lleno de ironía y humor, a partir del hecho histórico que aconteció a fines del siglo XVI en el pueblo de Daganzo en la provincia de Toledo. Es un entremés en el que apenas hay acción. Algunos dicen que es posible que Cervantes, en una de sus visitas a Daganzo, haya estado en un calabozo del Ayuntamiento, a causa de una trifulca. Y la venganza de Cervantes fue escribir este entremés. En realidad, sin embargo, pese a la sátira sobre su alcaldía, los daganceños agradecen a Cervantes por la fama mundial que ganó el pueblo debido a este entremés, por lo que instalaron una placa de agradecimiento en la fachada del Ayuntamiento, así como también realizan las jornadas Cervantinas que tienen lugar cada año desde el 2012, y que culminan con una representación del entremés.    

 El entremés comienza de forma humorística con una conversación de los cuatro miembros del jurado que ha de escoger al próximo alcalde. Uno dice: “Que el cielo puede hacer lo que él quisiere, sin que nadie le pueda ir a la mano, especial cuando llueve.” Entonces otro objeta: “De las nubes cae el agua, no del cielo.” Y otro dice que lo importante es qué alcaldes nombraremos para el año que viene, que sean tales, que no los pueda calumniar Toledo, etc.

 Los candidatos para el cargo de alcalde también son cuatro y todos son puros católicos sin un antepasado judío ni moro. En España de los siglos XVI y XVII, se respetaba más que nada, sobre todo, en la sociedad rural, el hecho de que todos los antecesores de la familia fueran cristianos viejos. 

 Humillos, el primer candidato que interviene presume de no saber leer «ni él ni nadie de su linaje», pero de la familia de cristiano viejo y sabe rezar de memoria cuatro oraciones. Interpela Rana, otro candidato, «¿con eso pensáis de ser alcalde?» Humillos le contesta muy orgulloso: con esto, y con ser cristiano viejo, me atrevo a ser senador romano. El segundo, Jarrete, sí sabe leer y dice ser muy diestro con el arco. El tercero, Berrocal, es buen catador de vinos, y quiere ser alcalde porque cuando está harto de vino, se halla inspirado. Y el último es Pedro de Rana, quien además de tener una memoria prodigiosa, explica mejor sus habilidades para ser alcalde. Él parece encarnar los consejos que dio don Quijote a Sancho cuando iba a gobernar la ínsula Barataria.

 Luego llegan los músicos de gitanos y gitanas bien aderezados para bailar y cantar. En aquella época, se decía en España que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones. Finaliza el entremés con el traslado a la casa del bachiller que anuncia su voto para Rana, lo mismo que hacen los otros dos, y el aplazamiento de la elección para el día siguiente. A modo de conclusión, se podría decir que Cervantes realiza en esta obra una crítica al poder municipal enmascarada en una forma de comicidad permanente.

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